Publicado originalmente en Letra Escarlata
Con el permiso de la autora: Teresa Domínguez
¿Puede sorprendernos algo más en cuestión de violación de derechos humanos de las mujeres en La India? Rita Banerji llamó mi atención hace unos días sobre un hecho muy preocupante, que la llenaba de estupor y repugnancia: el mercado negro para bebés «sobrantes» por fecundación in vitro y vientres de alquiler de parejas blancas. Una realidad que se vislumbraba en algunos casos, pero que ha tomado cuerpo de manera prominente y floreciente, en el mercado negro de un país que se supone ha puesto límites al negocio de la maternidad subrogada, precisamente por los abusos a los que se someten tanto a las mujeres como a los bebés.
Para aumentar las posibilidades de concepción y garantizar a los clientes el producto en los nueve meses, las clínicas de subrogación indias pueden jugar a dos bandas para asegurar sus ganancias través de la transferencia simultánea de embriones en dos madres gestantes para los mismos clientes y estos pagan a unas u otras en función de los «resultados» y/o pueden implantar cinco o seis embriones a la misma mujer. Mujeres que en el 90% de los casos ni siquiera saben leer ni escribir, ni se les proporciona el contrato al que son sometidas. Una vez embarazadas, se supone que se las somete a abortos selectivos, para llevar a término uno o dos embriones, en función de lo acordado con los clientes. (Esto en sí mismo ya es de por sí, bastante poco ético y muy peligroso para ellas).
Sin embargo, ahora parece que todo se recicla y sería una lástima no poder sacar beneficio de tan lucrativo negocio. Los embriones «extras» fertilizados y/o implantados no se descartan necesariamente. Y dado que la mayoría de los clientes de la India son personas occidentales blancas, las clínicas reconocen que tienen un excedente de gametos: óvulos «blancos», esperma y embriones que pueden venderse como material suelto o convertirse ya en bebés blancos en vientres «subrogados» y luego venderse a parejas sin que lo sepan (o sí) ni los propietarios del material genético, ni por supuesto los clientes.
Recientemente una pareja de Australia contrató un vientre de alquiler en India e hizo pruebas de ADN al bebé que creían «suyo». Las pruebas mostraron que no tenían relación genética alguna con el recién nacido. ¿Entonces de quien era el bebé?.
La clínica dijo que no podían darles esa información, no podían decirles de quién era. Claramente porque el propietario del material genético ya había recibido «su bebé». Y no es el único caso. El año pasado, una pareja India acudió al Tribunal Superior de Justicia de Bombay alegando que creían que el bebé que la clínica les entregó no era suyo y exigieron una prueba de ADN.
Según cuenta Rita Banerji, el Gran Poder Judicial de la India «siempre a la vanguardia» de los sistemas que violan y abusan de los derechos humanos y civiles, informó a la pareja que no permitirían una prueba de ADN a menos que «acordaran una declaración jurada para quedarse con el menor incluso si la prueba fuera negativa«. Y nos preguntamos cuántas personas que han ido a La India a contratar un vientre de alquiler, les han hecho la prueba de ADN a los bebés que compraron, para establecer que eran «suyos» genéticamente.
Se preguntaba la escritora e investigadora si las clínicas en ese país tienen bebés de piel marrón y otros de piel blanca, de repuesto, para entregar a los compradores, para completar el lucrativo acuerdo financiero. Y se preguntaba, además, si los occidentales blancos que van la India a buscar úteros de alquiler BARATOS, alguna vez pensaron que sus gametos, o sus embriones adicionales, los «restos», los que se supone destruyen o hacen abortar selectivamente a «sus gestantes», a sus órdenes, poniendo en peligro la vida de las madres. Ellos.. sí, ¿Pensaron alguna vez que sus «genes» podrían estar creciendo en otros vientres de alquiler y ser vendidos a otros postores, usando mujeres más pobres, úteros de segunda y comerciados en el mercado negro?
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Teresa Domínguez
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